Amanece un nuevo día, Vanessa, hermosa, se mira en el espejo del tiempo y Jose,  a su lado, embelesado contempla a la mujer que da sentido a su vida, recordando que  hace ya un año se prometieron amor eterno.

La Vida, como una gran escalera sin fin, los conducen entre sus enrevesados peldaños, que a veces, consigue desorientarlos, y cuando eso ocurre, lejos de sentirse perdidos, Vane y Jose, aprietan con más fuerza sus manos y se regalan miradas, suspiros y amor, mucho amor.

Momentos que preceden a noches eternas llenas de pasión, rojo pasión, el color de su recuerdos, tejidos de caricias, promesas y dulces te quieros.

Y los labios se pintan de rojo y los labios se borran a besos, a mordiscos de una encendida pasión, y el mundo se desvanece para convertirse en pura energía, en deseo y secretos sotto voce.

Y la escalera continúa y la pasión es un descanso para este largo camino, y de nuevo las miradas se desafían, las manos se pierden por recónditos pasajes, el dulce aroma del dos deja de ocupar un doble espacio para ser uno solo durante unos instantes.

Y de nuevo la etiqueta de un mundo en constante movimiento reviste a los enamorados que una vez más se resisten, y encuentran el momento para despojarse de toda etiqueta, de todo artificio. Y los ojos se entrecierran y el beso se eterniza y una inusitada melodía suena a lo lejos, y el calor aumenta, y el mundo desaparece, y la naturaleza fluye, y los besos se multiplican y el ajetreo continua detrás de cada ventana, y la respiración se acelera, el pulso se precipita y la magia estalla en un firmamento repleto de sueños.

Y el rojo satén vuelve a encorsetar la piel aún humeda y la etiqueta vuelve a cubrir momentos, sentimientos, emociones,  susurros…para volver a la escalera, para subir día a día cogidos siempre de la mano, esperando el momento, esperando la ocasión para vivir su Pasión en la Alcoba.

Gracias Noelia Cárdenas, la generosidad de una hermosa mujer hizo cumplir un sueño.

Gracias a Miguel del Hostal La Alcoba, un lugar realmente mágico.

Gracias a Federico del Hotel Posada de Palacio, donde la luz dio sentido a todo.