La vida tiene a veces desenlaces asombrosos, por su premura, precipitación y su improvisada falta de previsión.
Un zumo, una hermana, un recuerdo y la chispa surgió.
Me enamoré de esta historia de vida en estado puro, de idas y venidas, de proyectos y certezas, de ausencias e incertidumbres.
Pero también de esperanzas y miradas al frente, de no dejarse llevar por una marea de intenso dolor, por sentir que el camino continúa y que en realidad nadie desaparece para siempre, que, de una u otra manera, las huellas de aquellos que queremos siempre andarán a nuestro lado.
Mercedes, una mujer fuerte, sensible y dulce que sonríe, que ríe, que mira a la Vida con ese brillo tan especial que da la felicidad
José Manuel, aquel pequeño, el hermano menor de mi amigo de juegos de toda la vida, siempre sonriente, una sonrisa cosida al alma desde pequeñito, es su escudo contra la adversidad, la manera optimista de encarar la vida.
Y aquel día, el cielo se vistió de gala y todos acudieron a vislumbrar el desenlace de esta preciosa historia de Amor, y la banda sonora fue familiar y cercana y entre risas y lágrimas el momento llegó y después… llegó el comienzo y en una tarde de lluvias, risas, fango, baile, caminos imposibles y frío, el Amor se dejó llevar entre tímidas miradas y manos llenas de caricias…y triunfó la estela de Felicidad que Mercedes y Manolo desprenden.
Gracias pareja por confiarme uno de los momentos más especiales de vuestra vida. Y gracias a Tere por tu ayuda, por esa sonrisa eterna y por compartir conmigo el paraguas…y mucho más.
Gracias a Vanesa por abrirme las puertas del Hotel Monterrey