Dicen que “La memoria no guarda imágenes, guarda Fotografías”, y así es, por eso, en aquella mañana de otoño, al tocar el timbre de la casa familiar, acudieron a mi memoria, en una especie de flashback, esas mañanas de colegio con mi amiga Rosa, y esos lejanos desayunos tempraneros de sus pequeñas sobrinas: Olga y Tamara.

Ahora, Pepi me abre la puerta siempre con esa sonrisa, con esa bondad en la mirada que te hace sentir siempre en casa, y la estampa ha cambiado ventitantos años después. El desayuno ha dejado paso a la maquilladora y los nervios de la hora, no son por llegar tarde al cole, sino porque se cumple un gran Sueño, hoy es el Gran Día, hoy es la Boda de Olga y Omar.

Y el sueño anhelado corrió intrépido por las calles de Chipiona, subido a una bici del tempranero triatlón hasta alcanzar las escaleras del Santuario de Regla, donde llegó a tiempo de ver cómo Omar entraba del brazo de su hermana Meriem, mientras un tímido sol fascinado por la belleza de la Novia se dejaba entrever. Y así, del brazo de Jesús, Olga emocionada llegó al altar, miró a los ojos de Omar y encontró ese Oasis de Amor, su refugio desde siempre.

El sueño se sentó en primera fila, y vio maravillado cómo las palabras se transformaban en emociones y éstas lo impregnaban todo, y él mismo lloró, él mismo sintió qué significa esperar, qué significa descubrir un anhelo dormido y luchar por él.

En el momento del “Sí, Quiero”, la felicidad de ser un Sueño Cumplido lo hizo desvanecerse como el Ave Fénix que muere para renacer con toda su gloria.

Y mientras el arroz caía en forma de lluvia, el Sueño renació…y un susurro vino del mar, y lo envolvió: “contigo aprendí…” escuchó a lo lejos, y el Sueño se hizo grande y en los ojos de Olga y Omar ya podía adivinarse cuál sería ahora su mayor anhelo, su nuevo Sueño: Ser Felices para siempre¡¡¡

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